miércoles, 27 de febrero de 2013

Carta desde Bella

Hoy he recibido un email desde Kenya. Mi amiga Lydia me informa de que el dinero ha llegado correctamente y ya están comprando los libros y la ropa a nuestros peques. También me han mandado unas fotos. En ellas podréis ver a la bibliotecaria realizando el préstamo de libros. También nos enseñan la sala de profes, esta foto me pone especialmente contenta ya que la primera vez que fui a Bella sólo contaban con una maestra para atender a todas las clases. ¡ Imaginaos que locura! Aún así los niños estaban en su pupitre muy quietos y el que sabía leer le enseñaba al compañero que tenía al lado. En uno de estos momentos le dije a una niña: " Hasta que venga la maestra... ¿ qué te parece si vamos a jugar al patio?". Y ella me contestó con una cara realmente sorprendida: " ¡si voy a jugar no aprendo!". Una de esas frases que se quedan grabadas en el alma. 
La tercera foto son los niños tocando un órgano que está en el cole. Están muy orgullosos, pero... he de decir que no tienen un profesor cualificado que sepa música por lo que  estos divertidos ( y escasos) momentos se suelen quedar en una enriquecedora experimentación.
Y la última son dos pollicos a la hora de comer... esta foto va dedicada para Bea, ya que ella es la madrina de Esther, la niña de la izquierda. ¡ Se nota que les han comprado uniformes nuevos! Los que llevaban este verano estaban hechos jirones. 
Sin más, iré informando de todo lo que ocurra en este precioso viaje.



¡Gracias a todos!

lunes, 18 de febrero de 2013

Después de viajar a Kenya...



 Cuando amanece en Kenya, lo primero que llama la atención es el sol que enrojece las acacias de copa plana. Esta sensación te hace sentirte como en uno de esos documentales que tanto estamos acostumbrados a ver a la hora de la siesta, con la 
diferencia de que ahora notas que es real.

Al rato se comienzan a oír voces de niños y éstas no pararán hasta que anochezca. Parece increíble la cantidad de niños que pueden salir de todas partes. La mayoría de ellos no están escolarizados porque la escuela pública cuesta un dinero que la mayoría de familias no se puede permitir. En las chabolas que se encuentran en Ngong Road, a las afueras de Nairobi, este era un gran problema, como en cualquiera de los barrios Keniatas. Allí, en el 2006, una maestra jubilada llamada Bilha invirtió el dinero de su jubilación (70 euros) en construir una escuela para estos niños con chapas y maderas llamada Bella.



Lo que comenzó siendo un proyecto demasiado pequeño se ha convertido con esfuerzo en un lugar que sigue siendo demasiado pequeño pero que intenta alfabetizar a 170 niños y niñas. A esta difícil tarea ayudan cada año voluntarios que se ofrecen como maestros. Claro está que para ser maestro en Kenya hay que hablar un poquito de inglés, pero no es problema si hasta allí se acerca cualquier persona con ganas de tener otra visión del mundo. De aprender como enseñar sobre el suelo de arena. De disfrutar de la sonrisa que ilumina la falta de luz y agua corriente. De comunicarse por gestos.



Hasta allí, con esas ganas de aprender del no tener nada y enseñar a los que nada tienen, hemos ido Jorge y yo este verano con 4 maletas llenas de material escolar. Y confirmamos el error de pensar que una persona sola no puede cambiar nada. Tal vez no puedas cambiar un sistema político corrupto, o que haya gente en las calles muriendo de hambre, pero sí que puedes hacer que 170 niños y los adultos que les rodean se te metan en el alma y sea difícil     sacarlos una vez en España. 

Y después de superar el shock cultural al llegar a estas calles te vas empapando de olores, música, bailes, tu paladar disfruta de su mandazi y chapati recién hecho en las chabolas, el choque de manos y el ksuahili que poco a poco empiezas a entender.
Por otra parte existe el Africa paraiso, aquel al que la mayoría de la población no puede llegar, pero al ser “musungu” (un blanquito) te es muy fácil acceder si tienes dinero (dejando a un lado los sentimientos de culpabilidad por permitirte ciertas cosas). Es cierto que no puedes estar en Kenya sin ir a un safari. Simplemente te deja perplejo-a la naturaleza en todo su esplendor y alguna que otra lágrima se cae cuando ves a una manada de leones comiéndose un búfalo mientras los cachorros corren alrededor. Es inevitable el sentirte afortunado-a. También puedes acercarte a Lamu, un archipiélago en el que sólo pueden circular Dhows (barcos de vela) entre los manglares y burros. En el que hace calor todo el año y puedes andar con seguridad entre sus callejones blancos.

Pero… al volver a España hay una cosa que no deja de dar vueltas en tu cabeza. Los niños. Sientes que los has abandonado, que si estuviesen en tu casa sería todo más fácil, que podrías darles de comer a diario, llevarlos al médico, lavarles la ropa, darles agua potable. Pero es imposible y el remordimiento no te deja dormir durante unas semanas.


La fundación Kihana fue creada en 2008, desde esta fundación se gestiona a los voluntarios que todos los años van hasta Nairobi, bien pueden ser profesores o simplemente personas con ganas de ayudar en cualquier cosa como pintar el cole, jugar con los niños o ayudar en diversas actividades, también desde Kihana gestionan los apadrinamientos que desde 15 € mensuales se puede apadrinar a un niño y con ello sufragar sus estudios ropa o comida, 3 veces al año recibirás una carta escrita por ese niño en ingles eso sí, contándote un poco que tal esta llevando el curso, sus aficiones...
                                    
Por muy poco dinero puedes apadrinar a un niño, si quieres llevarles un poquito de ilusión, no lo dudes, mas info here o en este correo apadrinamientobella@gmail.com